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CRT-III: The Texas Chainsaw Massacre

  • Foto del escritor: Pierrot
    Pierrot
  • 4 ago 2024
  • 6 Min. de lectura

Esta noche será una de indescriptibles horrores, una noche de horrores calurosos, húmedos y viscerales. Esta noche presenciaremos las peores atrocidades y vejaciones celebradas por el hombre y fomentadas por la sociedad.

 

¡Hombres pútridos, sociedad enferma!...

 

Así es, esta noche contemplaremos una crueldad que crispará la piel y enfermará las entrañas. El filme que hoy nos atañe no es ni más ni menos que la cinta de terror más impactante del siglo XX, una obra que cambió el mundo de lo macabro y que turbó a las buenas consciencias de su tiempo: ¡The Texas Chainsaw Massacre!

 

/// SPOILERS GALORE ///


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Un hombre y su mito:


Antes de poder horrorizarnos ante las imágenes de decadencia y locura que esta cinta contiene, debemos conocer a su autor y al mito que erigió a su alrededor.

 

Tobe Hooper fue un director y un guionista texano que en los años setenta estaba tratando de disparar su carrera en el incierto mundo del cine. Bajo su cinto ya tenía un largometraje, el poco conocido “Eggshells”, así como un gran número de documentales; producciones vistas por sólo unos pocos y que no le brindaron notoriedad alguna en el medio.


A pesar de todo Hooper tenía un plan:

 

Un filme de terror que impactara y marcara a su audiencia, un largometraje capaz de generar controversia y caos en el mundo mediático… un filme así podía ser lo que Hooper necesitaba para alcanzar esa notoriedad, esa carrera como director que tanto anhelaba.


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Ciento cuarenta mil dólares y un grupo de actores desconocidos fueron todo lo que necesitó para hacer realidad su visión. Hooper y su equipo sudaron y obraron bajo el cruento sol texano hasta ver realizada una de las cintas más duras e incómodas de la historia del cine.

 

En el año 1974 se vio estrenada su impía creación, la fama mundial fue inmediata, no sólo por su contenido sino también por las ficciones con las que fue vendida.

 

La cinta se presenta a sí misma como una narración de hechos reales, de atrocidades cometidas por hombres reales en una Texas real. Una brillante táctica de marketing, también una burda mentira.

 

Si bien es cierto que los crímenes cometidos por el wisconsinita Ed Gein inspiraron algunos de los eventos presentados por la película, su trama es enteramente una obra de ficción.

 

Los hechos son fáciles de confirmar y las afirmaciones del filme fáciles de desmentir, sin embargo, el rumor corrió por el mundo como una chispa lo haría por un camino de pólvora. El plano del terror había cambiado de forma irreversible, así como las estrategias de mercadotecnia a su alrededor.


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El arte y los ojos que lo miran:


Una serie de exhumaciones ponen en marcha a la horrenda trama del filme:


Alguien ha profanado las tumbas de un pequeño pueblo texano, y con los cuerpos ha elaborado macabras obras de arte que han generado el escándalo y el horror. Un par de hermanos viajan a la localidad con la esperanza de que el cadáver de su abuelo no haya sido desacralizado, a ellos los acompañan algunos amigos; todos jóvenes e inexpertos, presas perfectas para los monstruos que acechan bajo el cielo azul del sur americano.

 

En nuestro grupo de inocentes víctimas destaca Franklin, interpretado por Paul A. Partain, joven que sufre una discapacidad que lo ha atado de forma permanente a una silla de ruedas. El pequeño Franklin posee un ademán pueril y se encuentra atrapado en una dura posición, acompañando a un enérgico grupo de amigos que busca aprovechar el viaje como una excusa para divertirse, un grupo que preferiría él no estuviera con ellos.

 

La incómoda posición de Franklin, la vulnerabilidad que su condición significa, y la desinhibida actuación de Partain, crean a un personaje más tridimensional de lo que se esperaría en primera instancia.

 

Gran parte del filme se verá dominado por la presencia de su figura, y su excelente realización significa que el inevitable periodo anterior al crudo horror que se avecina se mantiene siempre interesante.


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Entre las demás virtudes de la película que se presentan aparentes de forma inmediata se encuentra la cinematografía; no hay toma desperdiciada en la cinta entera, cada escena comunica a la perfección un tono y una atmósfera opresiva. Las imágenes que se nos presentan son a la vez impactantes, grotescas, atrapantes y estéticas.

 

La famosa incomodidad que este filme genera en sus espectadores se debe en buena medida al excelente trabajo de cámara, una cámara que sabe cuándo ser explícita y cuándo insinuar.


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Vacas en el matadero, máscaras de cuero:


El primer horror, el horror primigenio del que nacen todos los monstruos, es la carne.

 

El pequeño pueblo que sirve de escena para la matanza y el escándalo es uno que ha construido su economía sobre este horror, sobre este pecado. Un matadero emplea a los hombres de la localidad y desde su interior escupe una peste; la peste de la muerte y de la sangre, peste que domina al pueblo y sus alrededores.


El guion nos brinda descripciones explícitas y grotescas de lo que sucede entre las paredes de un matadero, nos habla apasionado sobre la labor inhumana del matarife, sobre el placer por la tortura y el asesinato que estos lugares cultivan.

 

La forma en que la cinta presenta y condena a la industria de la carne es esencial para comprender a los monstruos que la habitan. Aquellos que han exhumado a los cadáveres del cementerio local, que con ellos han hecho arte, y que en un futuro cazarán, sacrificarán y devorarán a nuestros héroes, no son más que una extensión del matadero, de nuestra sociedad.

 

La familia detrás de la matanza viene de una larga línea de matarifes, son monstruosos, sí, pero sus crímenes no son más que un reflejo de pecados en los que la sociedad entera es partícipe; hacen arte con cadáveres, muebles con los muertos, barbacoa con sus restos…

 

Los hombres aplaudirían la masacre si sus víctimas no fueran hombres.


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Sobre monstruos y buenos samaritanos:


Hemos establecido que la cinta marca una relación íntima y estrecha entre la conducta de sus villanos y la sociedad que los formó, sin embargo, también marca una importante diferencia que vale la pena señalar: Nuestros monstruos no son del todo humanos y su actuar es más producto del instinto que de la razón.

 

Tres psicópatas conforman a la familia caníbal: un patriarca y sus dos hijos, víctimas de una enfermedad que limita su mente y los vuelve menos que humanos.

 

El padre es el menos afectado, siendo capaz de mantener un trabajo y relacionarse en sociedad como si se tratara de un miembro más de la comunidad. A pesar de esto, sus conductas cotidianas no son más que un simple acto, la imitación del comportamiento de los seres humanos que viven a su alrededor, comportamiento que no termina de entender, cuya forma puede replicar, pero cuyo fondo nunca podrá palpar.


De entre sus hijos aquél interpretado por Edwin Neal y llamado “Hitchhiker” por los créditos es el más “funcional”, aunque esta palabra es en sumo inapropiada para describirlo. Se trata de un joven incapaz de mantener una conversación, de relacionarse con otras personas, de mantener un trabajo normal. Aparentemente se dedica a recorrer las carreteras y campos de los alrededores, recogiendo carroña y gozando al observar cómo brota su sangre al cortarse con su navaja de bolsillo.


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El último miembro de esta disfuncional familia es el icónico Leatherface, el menos humano de todos, la destilación más pura del arquetipo del psicópata. Tan lejos está de un comportamiento normal, de la empatía y la propiedad, que le está prohibido el salir de casa. Se trata de un hombre incapaz de hablar, que se comunica chillando como un cerdo, que no puede concebir acción que no involucre a la violencia.

 

Leatherface funciona como el “monstruo” de la película, la presencia que acecha y caza a nuestros protagonistas y, sin embargo, a la vez que es la figura más violenta e inhumana de la cinta, de cierta forma también es presentado con una inocencia casi infantil. Efectivamente se trata de un hombre que se ha reducido al estatus de animal, actuando por instinto, costumbre y necesidad, libre del juicio y la malicia que trae consigo la razón.

 

Todos nuestros villanos están magistralmente realizados, traídos a la vida por sólidas actuaciones y una resuelta concepción del mal. Cada momento que pasamos en pantalla con ellos es inquietante, tenebroso, mortificante.



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Una celebración de lo tenebroso:


The Texas Chainsaw Massacre es una obra maestra del cine de terror, la veas como la veas, una cinta que estrangula a su audiencia con una atmosfera opresiva y nauseabunda desde el primer segundo de metraje, y que acompaña a sus espectadores aún después de haber apagado el televisor.

 

A diferencia de la mayoría del cine de este género, en ella no hay diversión, no hay cursilerías ni melodramas, ni comedia ni espectáculo. Aquí estamos tratando con un horror puro, un horror destilado hasta verse convertido en veneno para el alma y la mente, por esto, por lo efectiva y rotunda que es esta producción, ella es sólo recomendable para los más aguerridos fanáticos del género.


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Con esta reflexión nos despedimos, espero hayan disfrutado de esta macabra edición de CRT y que las pesadillas no los atormenten por demasiado tiempo, recuerden divertirse y como siempre:

 

¡Felices vagancias y Godspeed!

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