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CRT-IV: PERSÉPOLIS

  • Foto del escritor: Pierrot
    Pierrot
  • 1 sept 2024
  • 9 Min. de lectura

A los pies de una cordillera nevada y a unas escasas horas del mar caspio yace la ciudad de Teherán. Ancestral capital del imperio persa, un centro industrial para el mundo islámico, y la joya de un pueblo resignado.

 

En esta urbe, en este teatro de guerra y arte, inicia la historia de una niña y una mujer, del crecer y el perder, de la lucha constante por la identidad en un mundo convulsionado, desangrado.

 

En esta edición de CRT le echaremos un vistazo a las memorias de Marjane Satrapi, ilustradora y directora iraní que a través de una novela gráfica y de su adaptación al cine nos relata las agridulces experiencias de una vida entera, experiencias tan únicas como lo son familiares.

 

Una niña durante la revolución islámica, una adolescente perdida en una Europa extraña, una adulta viviendo las secuelas de las posguerras: la externa y la interna.

 

Esto es Persépolis.

 

/// SPOILERS GALORE ///


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2,500 años de tiranía y sumisión:

 

El país que hoy conocemos como Irán es también la cuna de los persas, un grupo étnico que desarrolló su propia lengua y mitología, grupo responsable de uno de los grandes imperios de la era antigua: el imperio aqueménida.

 

La historia persa es una que se remonta a miles de años en el pasado y que engloba un sinfín de victorias y tragedias, una historia que, en las palabras del padre de nuestra protagonista, se puede resumir en 2,500 años de tiranía y sumisión.

 

Un pueblo martirizado, reprimido en principio por sus propios gobernantes, después por los invasores árabes, después por los invasores mongoles, y finalmente por el imperialismo occidental moderno.

 

En este escenario es que se crio Marjane Satrapi, en un Irán definido por la resignación, en una nación que estaba pronta a adquirir cicatrices nuevas. Los años setenta, los años de la tierna infancia de Satrapi, fueron testigos de una revolución que significó la caída del sah Mohammad Pahlaví, y la instauración de una nueva república islámica.

 

Es en estos años que Satrapi inicia su historia.


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Lenguaje visual y la edad de la inocencia:

 

En este contexto de inestabilidad y cambio es que el filme nos presenta las memorias de su autora, narradas con la presentación de hechos concretos, pero también con el uso de símbolos e imágenes de gran impacto y permanencia en la mente del espectador.

 

Originalmente Marjane relató la historia de su vida a través de una novela gráfica, obra conformada por ilustraciones discretas que, con pocas líneas y composiciones generalmente planas, son capaces de comunicar todo el rango de emociones que la vida de su autora demanda: el idealismo y la ilusión, el dolor, la pérdida, el amor, y el sentido del humor.

 

Persépolis, la película, adapta fielmente este lenguaje visual, y a través de una dirección artística excepcional es capaz de hacer reír y llorar, de grabar en la mente de su audiencia imágenes tanto dulces como amargas.


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La cinta inicia su relato con los primeros años de vida de su autora, haciendo hincapié en el papel que su familia y el mundo a su alrededor tuvieron en su formación:

 

Marjane es representada como una niña curiosa, llena de energía y grandes sueños. Una esponja que rápidamente absorbió ideas diversas y, en ocasiones, diametralmente opuestas, ideas que la llevaron a formar una cosmovisión única y personal.

 

Hija de una familia progresista, Satrapi interactuó con ideas propias de la izquierda desde una temprana edad, particularmente con Marx y su materialismo dialectico. Hija de un país fundamentalista, también interactuó con la religión y con Dios desde sus primeros años de vida.

 

Así, Satrapi recuerda su infancia como un tiempo de inocencia, años en los que se soñaba a sí misma como una nueva profetisa, pero también como una revolucionaria, ansiando la caída del sah y el triunfo del proletariado.


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Ideales y fracasos:

 

La revolución iraní se vio propulsada por diversas corrientes de pensamiento, corrientes que por un lado comprendían al fundamentalismo islámico y que por el otro incluían a la izquierda marxista y sus levantamientos estudiantiles.

 

Antes del establecimiento del nuevo régimen islámico, tanto los liberales como los comunistas se mostraban esperanzados, creyendo que la caída del sah representaría la oportunidad para construir un país mejor.


 


Los ideales y la esperanza de la izquierda se vieron rápidamente truncados con la llegada de una teocracia que, en sus ansias por conservar el poder, arrestó y ejecutó a sus opositores de forma masiva.

 

El nuevo régimen fue uno de sangre y terror, un monstruo implacable que reprimió y humilló a su población como el sah nunca lo hubiera soñado.

 

Las ideas revolucionarias habían fracasado y una nueva era de oscurantismo se cernía sobre irán. Es durante estos acontecimientos que conocemos a Anoosh, el tío de Satrapi y símbolo del idealismo perdido.


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Doctorado en marxismo-leninismo durante un largo exilio en la unión soviética, Anoosh es presentado como una figura revolucionaria, idealista, romántica.

 

Símbolo de integridad y de los últimos meses de inocencia de Satrapi, Anoosh se mantiene fiel a sus ideales durante todo su tiempo en pantalla, hasta su eventual ejecución a manos del nuevo régimen.

 

La muerte de su tío fue uno de los momentos definitivos en la formación de Satrapi y quizá el punto más duro de su infancia.

 

Esta pérdida fue también la pérdida de la inocencia para una niña que aún soñaba con cambiar al mundo, el punto en el que su relación con Dios se cercenó, relación que no lograría resarcir hasta la edad adulta.


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Guerra y exilio:

 

Con irán debilitado tras la revolución, Saddam Hussein declara la guerra. Su intención era anexionar territorios a su estado, un objetivo que, tras años de sufrimiento a una escala incomprensible, no logró materializar. Por ocho años se libró su inútil guerra, un conflicto que mató alrededor de un millón de personas.

 

Entre los bombardeos constantes sobre Teherán y la represión cada vez más asfixiante del régimen islámico nos encontramos con una Marjane enojada, rebelde, una niña que cuestiona a la autoridad y que intenta pensar críticamente sobre el extraño mundo que tan rápido cambió a su alrededor.

 

A esta edad la joven Satrapi también desarrolló un interés por la cultura occidental, específicamente por sus íconos musicales y la subcultura punk. Su rebeldía y su amor por los llamados “símbolos de la decadencia occidental” la colocaban en una situación de honda vulnerabilidad.

 

Así, Marjane deberá enfrentarse a un viaje iniciático que cambiará el transcurso de su vida de forma irremediable. Sus padres, conscientes de los riesgos a los que su hija se enfrenta, toman una decisión: mandarla fuera del país, a vivir el resto de su vida en Europa, donde estará a salvo, donde podrá convertirse en una mujer libre, preparada, empoderada.


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Identidad e integridad:

 

Antes de marcharse a Viena para iniciar una nueva vida lejos de la guerra y la represión, Marjane pasa una última noche durmiendo junto a su abuela.

 

El centro moral de la película y una de las grandes guías espirituales de Satrapi, su abuela es presentada como una figura con entereza, principios y experiencia, pero también como alguien con una faceta rebelde e irreverente; todo lo que Marjane podría aspirar a ser al envejecer, un modelo a seguir.


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Es en esta escena, en la última noche que pasan juntas antes del exilio, que la abuela de Satrapi le comparte su sabiduría y consejo, al hacer esto también introduce en la cinta los dos principios fundamentales que servirán de guía y cimiento para la vida de Marjane:


La identidad y la integridad.

 

Uno nunca debe olvidar quién es, uno nunca debe dejar de actuar con rectitud y honradez.

 

Principios difíciles de sostener, principios con los que la misma Marjane tropezará varias veces antes del final de la cinta, principios por los que vale la pena pelear.

 

Una tercermundista en Europa:

 

El choque cultural al que Satrapi se enfrenta al llegar a Viena es magno.

 

A pesar de haber recibido una crianza progresista por parte de sus padres, las diferencias con las que se topará en Europa representarán una barrera insalvable que la alienará y distanciará del resto de la sociedad.

 

En Viena las mujeres viven su sexualidad con una libertad chocante para una iraní, la homosexualidad está presente y se practica con apertura, los anarquistas, los punks, y los excéntricos abundan, pero sus formas de resistencia y lucha se reducen al performance y a los gestos simbólicos.


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Las experiencias de Marjane en Viena durante uno de los periodos más formativos de su vida son el punto alto de la película; su vida europea genera a la vez situaciones cómicas, extrañas, alienantes e iluminadoras.

 

Si hay algo que se le pudiera reclamar a la cinta es el poco tiempo que se estaciona en este segmento de la vida de su autora. Estos años tan interesantes, tan bien representados por la novela gráfica, aquí pasan volando.

 

El tiempo que compartimos con Satrapi en Europa es fantástico, pero la ausencia de detalles es algo decepcionante. Una de las consecuencias de adaptar las memorias de una vida entera a una hora y media de metraje.

 

Una banal historia de amor:

 

Marjane Satrapi sobrevivió a una revolución y a una guerra, ¿lo que más cerca estuvo de matarla? Una banal historia de amor.


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Persépolis aprovecha el tiempo que su directora pasó en Viena para presentar una de las reflexiones más graves de su vida: a veces la guerra interna puede ser más devastadora que cualquier cohete iraquí.

 

En este punto de su vida Marjane carga consigo la pérdida de su infancia, de su nación, de su familia. Carga con la muerte de personas cercanas y no tan cercanas, con una identidad partida en dos, con el peso de un mundo extraño y hostil.

 

En este punto de su vida Marjane se enamora.

 

Esta historia de pasión europea representó para Satrapi un nuevo camino y una nueva esperanza. En su amante ella depositó las responsabilidades de un padre, una madre, un amigo, y un compañero de vida. La inevitable decepción y la subsecuente separación significaron el desmoronamiento de un mundo entero.

 

Lo que en cualquier otra circunstancia hubiera sido una dolorosa separación, en este caso alcanzó las proporciones de una sentencia de muerte.  

 

Marjane ya no podía continuar y, tras haber caído en la indigencia y haber visto a la muerte directamente a los ojos en las frías calles de Viena, decidió emprender el viaje de vuelta a su hogar.

 

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Una occidental en Irán:

 

La guerra había terminado, el nuevo Irán islámico ya había alcanzado una relativa estabilidad, y los padres de Marjane estaban listos para recibir a su pequeña de vuelta en el seno familiar. Había sólo un detalle: la pequeña Satrapi ya no era tan pequeña, y la niña iraní que tuvo que abandonar su patria tantos años atrás era ahora una mujer occidentalizada.

 

Así como Satrapi se sentía ajena en Europa, ahora también se sentía ajena en su propio país. Un país que juzgaba su sexualidad y que negaba sus libertades individuales, una tierra hostil para cualquier persona que se demostrara individual y desobediente.

 

Los siguientes meses de su vida se vieron marcados por la depresión y la inactividad. La niña curiosa que alguna vez soñó con cambiar al mundo ahora era una mujer que sólo se levantaba de la cama para ver la televisión.


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La construcción del sentido:

 

Finalmente, el peso de su vida fue demasiado para poderlo soportar.


Marjane intentó lo impensable y buscó el suicidio.


En el acto se vio cara a cara con Dios, con ese Dios del que se distanció en la infancia, con ese Dios que parecía haberla abandonado.

 

Este evento representa un punto bajo en la vida de Satrapi, pero también un resorte que ella supo utilizar para propulsarse una vez más a las alturas.

 

Marjane se levantó de entre las cenizas de su vida e inició sus estudios universitarios. En los años siguientes no sólo logró construir una carrera, sino que también desarrolló amistades significativas, se enamoró, y se casó.


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Su matrimonio fue breve e infructuoso, pero en esta ocasión la ruptura no significó la destrucción de Satrapi. No, la Satrapi que se enfrentó al divorcio era diferente a la joven perdida en Viena. Una mujer entera, un ser humano que supo construir un sentido para su vida, sentido cimentado sobre las lecciones que le brindaron su tío, su abuela, y las experiencias trágicas y bellas a las que se enfrentó en su formación.

 

Un último adiós:

 

La cinta concluye el recuento de la vida de su autora con una despedida más, con la partida de Satrapi hacia Francia, para construir una nueva vida en libertad.

 

En esta ocasión Marjane Satrapi es una persona adulta y completa, y en esta ocasión no emprende el viaje para escapar de la inestabilidad de su país, lo hace con el fin de construir el siguiente episodio de su vida, y sin la intención de regresar a la tierra que la vio nacer.

 

Persépolis es una cinta bella, cómica, trágica, dolorosa, eufórica, pero sobre todas las cosas, es una clase magistral sobre la construcción del sentido y la identidad frente a las adversidades de la vida.


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Una de las historias fundamentales del cine francés y una cinta que recomendamos efusivamente en esta edición de CRT. Gracias por leer, y como siempre:

 

¡Felices vagancias y Godspeed!

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